Un carro tamaño medio
"eran como el ruido que hacían los carros de Marcolino al andar por su calle"
"eran como el ruido que hacían los carros de Marcolino al andar por su calle"
Cuatro Palabras.
Solo conocía que la oscuridad era noche y el sol, día.
Que sus primos estaban en la otra casa y que se llegaba a ésta por distintos callejones cubiertos de parras.
Que después de los corrales estaban las viñas y luego los alfalfares y el mimbre y la yuca para limpiar la ropa.
Y que en las noches de verano en las acequias, cuando tocaba el agua(1), podían cazar ranas que freirían por la mañana.
Que meterse al corral de las ovejas y enfrentar al carnero y luego correr hasta alcanzar la puerta, era cosa de hombres.
Que silbar era malo delante de los mayores y si lo hacía, iría junto a la higuera allá en los corrales.
Que la casa grande o vieja, donde estaban los abuelos, eran tardes de primos y pelota prisionera y rodillas empolvadas.
Que por el frente de su casa estaba la calle enripiada sombreada por eucaliptos que plantó su abuelo.
Que por allí legaba el ganado al matadero y que las vacas rojas eran bravas.
Y que los truenos en verano eran como el ruido que hacían los carros de Marcolino al andar por su calle.
La calle...
La calle era para ella como un patio más de esa casa heredada por su padre, cuyas líneas divisorias eran un “hasta aquí” del abuelo que quería que en el futuro sus hijos no se distanciaran por el reparto de la herencia.
Pero sus pasos y los de las luciérnagas no tenían límites.
Porque para ella el futuro...
¿Que era el futuro?...
Quizás que su cuerpo cambiara, que su cara se llenara de calor frente a una mirada. Y que esa calle que se llenaba de trotes y crujidos de carretelas que pasaban por la noche en verano, se llenara poco a poco de motores y luces.
Quizás por aquel entonces comprendió que entre su casa y la calle había una puerta. Y que lo suyo terminaba allí.
Pero a ella no le faltaba nada. Tenía la casa, el damasco, las parras, la higuera, el corral, el callejón, el patio de las tardes de juegos y las sombras de los jazmines y el agua de las acequias. Y los mimbres y las chamuschinas y los tordos, y a Silvia, Raúl, Mario, Inés, Margot, Daniel, Miguel, Alicia, Dedé, Horacio, Carlos, Hugo, y a Cuca y al abuelo; porque la abuela se fue sin darnos cuenta.
Quizás lo descubrió un día en los silencios prolongados del abuelo.
Y a papá y a mamá, lógicamente.
Más un día le dijeron que estaban alambrando, porque allá cerca de las tapias pasaría la ruta y que en los alfalfares habían hecho muchas casas.
Entonces el abuelo se fue con las viñas nuevas y las ovejas y las vacas.
Pero ella seguía teniendo sus hermanos, sus primos. ¡Ah!... y papá y mamá lógicamente.
Aunque, a partir de allí, algunas cosas cambiaron.
Ya no hubo carneos. Ni días de esquila, ni toros bravíos, ni vacas que ordeñar.
Algunos momentos eran difíciles porque eran pobres.
Claro, porque había pobres y ricos. Y gente que estudia y que eran doctores o ingenieros o que sabían hacer negocios y avanzar, y sacar y hechar a la bolsa.
Su padre era maestro no más, como su madre.
Y sus tíos paternos tampoco eran doctores ni abogados, ni ingenieros; ni eran hábiles en los negocios y aquello que recibían se les esfumaba, se les escapaba de las manos.
Si, su padre era maestro, maestro de campo y vendedor de alpargatas y elásticos y yuyos.
Si, todo le era difícil ya.
Pero ellos si estudiaban y serían algo; mientras el límite se hacía en el fondo y la ruta crecía y la calle del frente se llenaba de sol por la ausencia de los eucaliptos.
Y ella fue maestra no más, como su madre.
Todo era natural, normal, como la risa y la lágrima.
Como tener esposo, hijos, casa en un recodo de la casa vieja.
Y aunque en las Navidades no había tinajas con clericó y bailes y fiestas corrida del 31 al 2, había una mesa tendida llena de hermanos y Mamá y Papá en casa, naturalmente.
Pero la vida, dibujada desde arriba, enfrenta a los seres y los estremece. Y ella conoció el vacío. Papá ya no estaba. Solo le quedaba Mamá, los hermanos y la casa donde había nacido, y la casa vieja, la de los abuelos.
Y ese recodo en la casa vieja que empezaba a crecer sin que ella lo notara, con los mismos parámetros, a pesar de las preguntas que surgían sobre aquella familia desgajada.
Alguien, al pasar, le dijo:
- Fueron buenos nada más - Y sus ojos se abrieron en la extensión posible.
Se vio encanecida, sin globo de colores en las manos.
A la casa donde había nacido, le sobraron patios, viñas y habitaciones Mamá ya no podía con las plantas y el desgaste. Había que venderla.
Se preguntó entonces si esa tierra heredada, suya desde sus primeros días, era vendible.
Si esa pieza hecha por su padre, donde nació, cada adobe, cada horcón, cada árbol, cada yuyo era vendible.
Y fue recuerdo...
Las tierras se vendían, su tierra de otro.
Un retorcerse, un querer cavar con sus manos su vientre y cubrirse de ella como cuando niño.
Y vinieron de nuevo las cuatro palabras. “Fueron buenos, nada más”
Ya no lastimaban, eran piropos. Buenos, nada menos, como sus recuerdos,
Y no supo hasta que punto hubiera querido ser rica; y sin luciérnagas, sin rodillas sucias, sin casa de adobes y pan casero; sin cuentos, ni familia que hombro a hombro, pelea la vida.
Su nueva casa crecía, crecían sus hijos y era rica en matices que grabó el ejemplo de esos seres queridos, tal vez buenos, nada más. ¡Qué maravilla!
Solo conocía que la oscuridad era noche y el sol, día.
Que sus primos estaban en la otra casa y que se llegaba a ésta por distintos callejones cubiertos de parras.
Que después de los corrales estaban las viñas y luego los alfalfares y el mimbre y la yuca para limpiar la ropa.
Y que en las noches de verano en las acequias, cuando tocaba el agua(1), podían cazar ranas que freirían por la mañana.
Que meterse al corral de las ovejas y enfrentar al carnero y luego correr hasta alcanzar la puerta, era cosa de hombres.
Que silbar era malo delante de los mayores y si lo hacía, iría junto a la higuera allá en los corrales.
Que la casa grande o vieja, donde estaban los abuelos, eran tardes de primos y pelota prisionera y rodillas empolvadas.
Que por el frente de su casa estaba la calle enripiada sombreada por eucaliptos que plantó su abuelo.
Que por allí legaba el ganado al matadero y que las vacas rojas eran bravas.
Y que los truenos en verano eran como el ruido que hacían los carros de Marcolino al andar por su calle.
La calle...
La calle era para ella como un patio más de esa casa heredada por su padre, cuyas líneas divisorias eran un “hasta aquí” del abuelo que quería que en el futuro sus hijos no se distanciaran por el reparto de la herencia.
Pero sus pasos y los de las luciérnagas no tenían límites.
Porque para ella el futuro...
¿Que era el futuro?...
Quizás que su cuerpo cambiara, que su cara se llenara de calor frente a una mirada. Y que esa calle que se llenaba de trotes y crujidos de carretelas que pasaban por la noche en verano, se llenara poco a poco de motores y luces.
Quizás por aquel entonces comprendió que entre su casa y la calle había una puerta. Y que lo suyo terminaba allí.
Pero a ella no le faltaba nada. Tenía la casa, el damasco, las parras, la higuera, el corral, el callejón, el patio de las tardes de juegos y las sombras de los jazmines y el agua de las acequias. Y los mimbres y las chamuschinas y los tordos, y a Silvia, Raúl, Mario, Inés, Margot, Daniel, Miguel, Alicia, Dedé, Horacio, Carlos, Hugo, y a Cuca y al abuelo; porque la abuela se fue sin darnos cuenta.
Quizás lo descubrió un día en los silencios prolongados del abuelo.
Y a papá y a mamá, lógicamente.
Más un día le dijeron que estaban alambrando, porque allá cerca de las tapias pasaría la ruta y que en los alfalfares habían hecho muchas casas.
Entonces el abuelo se fue con las viñas nuevas y las ovejas y las vacas.
Pero ella seguía teniendo sus hermanos, sus primos. ¡Ah!... y papá y mamá lógicamente.
Aunque, a partir de allí, algunas cosas cambiaron.
Ya no hubo carneos. Ni días de esquila, ni toros bravíos, ni vacas que ordeñar.
Algunos momentos eran difíciles porque eran pobres.
Claro, porque había pobres y ricos. Y gente que estudia y que eran doctores o ingenieros o que sabían hacer negocios y avanzar, y sacar y hechar a la bolsa.
Su padre era maestro no más, como su madre.
Y sus tíos paternos tampoco eran doctores ni abogados, ni ingenieros; ni eran hábiles en los negocios y aquello que recibían se les esfumaba, se les escapaba de las manos.
Si, su padre era maestro, maestro de campo y vendedor de alpargatas y elásticos y yuyos.
Si, todo le era difícil ya.
Pero ellos si estudiaban y serían algo; mientras el límite se hacía en el fondo y la ruta crecía y la calle del frente se llenaba de sol por la ausencia de los eucaliptos.
Y ella fue maestra no más, como su madre.
Todo era natural, normal, como la risa y la lágrima.
Como tener esposo, hijos, casa en un recodo de la casa vieja.
Y aunque en las Navidades no había tinajas con clericó y bailes y fiestas corrida del 31 al 2, había una mesa tendida llena de hermanos y Mamá y Papá en casa, naturalmente.
Pero la vida, dibujada desde arriba, enfrenta a los seres y los estremece. Y ella conoció el vacío. Papá ya no estaba. Solo le quedaba Mamá, los hermanos y la casa donde había nacido, y la casa vieja, la de los abuelos.
Y ese recodo en la casa vieja que empezaba a crecer sin que ella lo notara, con los mismos parámetros, a pesar de las preguntas que surgían sobre aquella familia desgajada.
Alguien, al pasar, le dijo:
- Fueron buenos nada más - Y sus ojos se abrieron en la extensión posible.
Se vio encanecida, sin globo de colores en las manos.
A la casa donde había nacido, le sobraron patios, viñas y habitaciones Mamá ya no podía con las plantas y el desgaste. Había que venderla.
Se preguntó entonces si esa tierra heredada, suya desde sus primeros días, era vendible.
Si esa pieza hecha por su padre, donde nació, cada adobe, cada horcón, cada árbol, cada yuyo era vendible.
Y fue recuerdo...
Las tierras se vendían, su tierra de otro.
Un retorcerse, un querer cavar con sus manos su vientre y cubrirse de ella como cuando niño.
Y vinieron de nuevo las cuatro palabras. “Fueron buenos, nada más”
Ya no lastimaban, eran piropos. Buenos, nada menos, como sus recuerdos,
Y no supo hasta que punto hubiera querido ser rica; y sin luciérnagas, sin rodillas sucias, sin casa de adobes y pan casero; sin cuentos, ni familia que hombro a hombro, pelea la vida.
Su nueva casa crecía, crecían sus hijos y era rica en matices que grabó el ejemplo de esos seres queridos, tal vez buenos, nada más. ¡Qué maravilla!
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1989 -1° Premio cuento, organizado por El instituto Ricardo Güiraldes de la Facultad de Filosofía y Letras de la U.N.S.J.--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
María Esther Robledo B. (San Juan
–Argentina- 5-8-1947)1989 -1° Premio cuento, organizado por El instituto Ricardo Güiraldes de la Facultad de Filosofía y Letras de la U.N.S.J.--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Poeta y narradora. Docente. Artista Plástica.
Libros publicados
§ 2004 “Huella” poesía Edición del Autor
§ 2007. “Tejiendo Colores de Otoño” cuento. Edición del Autor
§ 2007 “Verde Esmeralda” poesía Edición del Autor
§ 2009 “Tardes naranjas” poesía Edición del Autor
1996-Seleccionada y participación con lectura de textos en el espectáculo Voces del Oeste, Noches de Juglaría organizado por San Juan en la 22° Exposición Feria Internacional del libro de Buenos Aires del Autor al Lector
Premios y reconocimiento: provinciales, nacionales e internacionales
Año1983.- 2º premio Concurso municipal de cuentos,
Años 1986-87-88 Primeras menciones Concurso José Hernández en (en cuento) por F.A.T.S.A. (Federación de Asociaciones de Trabajadores de la Sanidad Argentina) 1989 -1° Premio cuento, organizado por El instituto Ricardo Güiraldes de la Facultad de Filosofía y Letras de la U.N.S.J.
2002 Segundo premio poesía. Concurso de poesía de la Asociación de Jubilados, Pensionados y no Docentes de la U.N.S.J. Poesía Hoy, ayer
2001-Seleccionada para el libro “San Juan Antología de Narradores y Poetas organizada por la Comisión de Asociados Banco Credicoop Coop. Ltda. y Ediciones Desde la Gente Cuento
2002-Seleccionada para el Atlas Socioeconómico de San Juan Realizado por Centro de Fotogrametría y catastro de la U.N.S.J.
Año 2005---Reconocimiento del Ministerio de Educación, Secretaria de Educación Dirección de Educación Superior, Red Federal de Formación docente Mejoramiento de la Expresión oral y Escrita por contribuir eficazmente al “Mejoramiento de la Expresión Oral y Escrita” de los alumnos de la Provincia de San Juan
Año 2007 -Socia Internacional del Instituto Historia y Geografía de Goias dado en reconocimiento a un servicio excepcional para la cultura y la integración de América Latina.
Publicaciones compartidas
Encuentro de dos Mundos Antología UNESCO 2001
Encuentro con la poesía Sanjuanina (1984) Narradores
y Poetas de San Juan.
2001- Seleccionada para el libro “San Juan Antología de Narradores y Poetas
2002- Seleccionada para el Atlas Socioeconómico de San Juan Realizado por Centro de Fotogrametría y catastro de la U.N.S.J.)(Cuento “Cuatro palabra”) en forma oral y escrita”
2004- Seleccionada para Publicación Revista de ponencias Mujeres Poetas País de las Nubes México
2004 Seleccionada para Antología –Anuario 2004 México Poesía de Raíces Mágicas- Mujeres Poetas en el País de las Nubes.
2005 Realización del Prologo y cuidado de la Edición de la I, II y III Antología “El hacer de las Palabras” Cuento y Poesía
2005 Seleccionada por Editorial Dunken para el libro “Matices y Pasiones” con un poema
2008 Seleccionada por Editorial Homoscriptom y la Universidad Nuevo León –UANL- México. Para el libro El Verso toma la palabra (33 poetas Argentinos de hoy) con dedicatoria especial a María Esther Robledo en su página número 11 .Con una tirada de 1.000 ejemplares Esta Antología se presentó oficialmente en la Feria internacional del libro (FIL) de Guadalajara, Jalisco, Colombia y España.
Otras actividades
§ Conducción y redacción de la audición “Desde el hacer de las Palabras”
Por radio Nacional desde año 1998-hasta el 2000 y en radio Universidad. FM. 93.1 desde el año 2000 hasta la 2006.
2005/11. -Creadora y organizadora del “Encuentro Comunitario
Internacional de escritores “Entretejiendo imagen y palabras” realizado en los Departamentos de la ciudad de San Juan en la última semana de septiembre con visitas y talleres en los establecimientos escolares, plazas públicas y bibliotecas populares.
http://www.artistasdelatierra.com/artistas/Maesther
http://entretejerpalabras.blogspot.com/Creadora y coordinadora del Encuentro Internacional Comunitario de Escritores “Entretejiendo desde el hacer de las palabras” en San Juan Argentina. Desde el 2005
2005---Reconocimiento del Ministerio de Educación, Secretaria de Educación Dirección de Educación Superior, Red Federal de Formación docente Mejoramiento de la Expresión oral y Escrita por contribuir eficazmente al “Mejoramiento de la Expresión Oral y Escrita” de los alumnos de la Provincia de San Juan
26-2-2005 -Jurado de Textos del Concurso Educativo Ambiental “Medio Ambiente y los Chicos”
Reconocimiento en diferentes escuelas de San Juan por incentivar lectura y creatividad
Socia Internacional del Instituto Historia y Geografía de Goias dado en reconocimiento a un servicio excepcional para la cultura y la integración de América Latina.
Ternura, belleza, amor, vida. Cuatro palabras, nada más: vida de la buena. La que uno elige y a la que se acomoda para ahuecar las manos y dar. ¿Qué más? El premio es la sonrisa, la familia, el recuerdo de amor y el camino fecundo y en paz. Así, como ud misma, como su casa, como su familia. ABRAZO
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